En la sociedad actual, y en todas partes del mundo, el quehacer cotidiano se apoya cada vez más en las tecnologías digitales. Sin embargo, el nivel de desarrollo, disponibilidad y adopción de estas es crucial en el crecimiento y en la obtención de beneficios que favorezcan el bienestar de las personas.

Internet se ha convertido en una herramienta básica e indispensable para acelerar el desarrollo y el progreso humanos, así como para abrir oportunidades de toda clase, producir riqueza y reducir la desigualdad. Esto requiere una infraestructura desarrollada, eficiente y con una gran cobertura que, además, sea segura, resiliente y estable.

En tiempos pasados, las diferencias en el acceso a internet y servicios digitales en los hogares se atribuían mayormente a factores ligados a la oferta. Sin embargo, recientes estudios revelan que el acceso está muy influenciado por factores sociodemográficos de la demanda como ingresos, ruralidad, nivel de educación, composición del hogar, etc.

El avance de Chile en materia de conectividad a internet, tanto fija como móvil, ha sido sumamente rápido e importante. Sin embargo, hay desafíos por enfrentar en cuanto al acceso, especialmente en zonas rurales, y en cuanto a la capacidad de los hogares para costear los planes que ofrece actualmente el mercado.

La masificación de la tecnología y del acceso a internet, junto con el rápido crecimiento de los espacios de interacción como las redes sociales, las plataformas de comercio digital y todos los servicios de educación, entretenimiento e información, han permitido a las personas participar más en la creación y consumo de contenido, en el intercambio económico y en una variedad de otras actividades. Esto implica pasar más horas conectados y movilizando grandes cantidades de datos, cuya privacidad es susceptible de ser vulnerada.

Este fenómeno también se manifiesta, con sus particularidades, en el ámbito estatal, las industrias y en todas las organizaciones e instituciones de la sociedad, lo que genera crecientes y cada vez más complejas necesidades y soluciones de seguridad en el mundo virtual frente a los riesgos y las amenazas de ataques maliciosos a computadores, servidores, dispositivos móviles, sistemas electrónicos, redes y datos.

Adicionalmente, en una sociedad impulsada por datos e hiperconectada, diversas tecnologías y herramientas digitales avanzadas son cada vez más útiles, eficaces y extendidas tanto para la prevención del delito como para su comisión. El cibercrimen se ha convertido en una de las industrias ilícitas más lucrativas y fenómenos como el terrorismo o el uso malicioso de la tecnología, con fines políticos, económicos o sociales, son cada vez más poderosos.

Así, urge avanzar en medidas y acciones diseñadas con el apoyo de la tecnología para la protección, en los espacios digitales y físicos, de los ciudadanos, las familias y las empresas, incluidos sus datos, sus bienes y sus propiedades. Esto también es fundamental para el apoyo a las autoridades en su labor de seguridad pública.

La vida en la sociedad del siglo XXI, en cualquier ámbito, exige una combinación de valores, conocimientos, capacidades, habilidades y actitudes que van desde los necesarios a lo largo de toda la historia humana hasta aquellos muy propios de la era digital.

La tecnología, como la aplicación del ingenio humano a artículos, procesos y dispositivos de todo tipo para resolver problemas humanos, siempre ha estado presente en la educación, desde sus formas más rudimentarias hasta las más avanzadas que tenemos hoy. Así como ha cumplido el rol de herramienta para facilitarla, también se espera que las personas sepan emplearla para la vida cotidiana y el trabajo.

Hoy, es imperativo y urgente mejorar la base de habilidades, incrementar la difusión y uso de las TIC a un ritmo más rápido y mejorar la capacidad de innovación, no solo para niños y jóvenes, sino para todas las edades y a lo largo de toda la vida.

Modernizar el currículo escolar y trabajar en el uso adecuado de metodologías y tecnologías es sólo uno de los desafíos. Mejorar el talento docente y las prácticas de gestión del sistema son también vitales.

Es importante propiciar en este proceso una cultura de innovación al interior de las comunidades educativas para enfrentar los desafíos presentes y futuros, formando ciudadanos conscientes, creativos, críticos y respetuosos de su entorno.

La rápida masificación de las tecnologías en general, y de las digitales en particular, ha ido acompañada globalmente de diseños y acciones que tienden a favorecer la inclusión considerando factores tan variados como el nivel socioeconómico, la ubicación geográfica, el género, la edad, el nivel educativo, las habilidades y las distintas formas de discapacidad.

Hoy, las herramientas y servicios digitales son cada vez más asequibles y más adecuados para ser usados por todos gracias a diseños que los hacen más versátiles, fáciles de comprender y emplear y de disponibilidad más extendida. Adicionalmente, las personas están cada vez más preparadas. Sin embargo, como vale para todos los ODD, siempre hay tareas pendientes.

En Chile aún es necesario seguir trabajando para mejorar el acceso a la tecnología y las posibilidades para usarlas y obtener beneficios de ella.

Vivimos en la era de mayor progreso y prosperidad de la historia. Nunca había sido tan fácil innovar y emprender, y nunca habíamos contado con más posibilidades y potencial de crecimiento, sostenibilidad y reducción de costos gracias a la transformación digital de los negocios.

La innovación, el emprendimiento digital y la implementación de nuevas tecnologías y procesos en empresas ya existentes se ha convertido en un imperativo y en una gran oportunidad para miles de Pequeñas y Medianas Empresas (pymes) en el mundo y en Chile. Para esto, es necesario promover una cultura de innovación permanente que permita aprovechar nuevas metodologías y tecnologías.

Hoy, la inversión total de investigación y desarrollo (I+D) en el país se mantiene en niveles muy bajos, por debajo de la media de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y aún muy pocas pymes utilizan tecnologías digitales en sus procesos.

Las nuevas tecnologías están revolucionando masiva y velozmente los procesos productivos en todo el mundo, a un punto en que ya no es fácil, si acaso tiene sentido en estos tiempos, distinguir entre la economía a secas y la economía digital, pues la segunda es ya parte integral y natural, una dimensión, de la primera.

Sin embargo, queda aún trabajo por hacer para que las distintas industrias se adapten plenamente a esta realidad.

La dimensión digital de la economía, con su lógica, sus plataformas, tiendas en línea, sitios web y redes sociales, ha hecho crecer negocios y crear valor para clientes, trabajadores, socios y toda la sociedad en general. Además son evidentes las oportunidades de crecimiento y diversificación de la economía nacional, agregando valor a nuestros productos y potenciando la exportación de bienes y servicios digitales hacia mercados globales.

Actualmente hay grandes oportunidades de avance en el sector privado, pero también en el público. Las regulaciones y políticas que pueda implementar el Estado deben dar un impulso a la economía, aumentando la inversión, promoviendo la innovación y facilitando el comercio.

Se debe, asimismo, potenciar el uso de las tecnologías de la información, tanto en los procesos del Estado como en el sector privado, y trabajar en la disminución de la brecha digital y el mayor alcance de la conectividad para lograr una mayor productividad.

Contar con un estado moderno, eficiente y transparente al servicio de los ciudadanos, que además facilite la participación de las personas, es la gran aspiración de cualquier sociedad abierta, democrática y avanzada.

La modernización del Estado y la mejora de la gestión pública, tal como ocurre en el sector privado, exige el aprovechamiento máximo de las tecnologías digitales teniendo como objeto la infraestructura como servicio, una carpeta ciudadana y el desarrollo de la interoperabilidad, entre otros.

En específico, es necesario avanzar en la digitalización de trámites de organismos públicos a través de plataformas digitales integrando la información en una red interconectada entre organismos; el desarrollo de un Estado consultivo a través de la participación ciudadana por medios telemáticos; y el desarrollo de mecanismos que permitan a los ciudadanos acceder a información sobre la gestión pública.

Los beneficios de esto no sólo se notan en términos de rapidez, transparencia, facilidad y participación, sino también de costos, es decir, de ahorro de dinero y tiempo tanto para el Estado como para los usuarios.

En este proceso de modernización estatal se requiere el aporte de conocimiento para desarrollar y crear las aplicaciones necesarias que faciliten los trámites y que acerquen definitivamente el Estado a los ciudadanos.

El éxito de la transformación digital, y de que esta se traduzca en algo principalmente beneficioso, es un desafío humano que se expresa bien en la noción de ciudadanía digital.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) define la ciudadanía digital como el conjunto de habilidades que permite a los ciudadanos acceder, recuperar, comprender, evaluar, utilizar, crear y compartir información y medios en todos los formatos, utilizando varias herramientas, de manera crítica, ética y de forma eficaz para participar y comprometerse en actividades personales, profesionales y sociales.

Ser un ciudadano digital es entender que, aunque lo real y lo virtual pueden distinguirse claramente, el mundo no siempre se divide así con fronteras nítidas. Lo que ocurre en el espacio virtual es, en muchas ocasiones, una extensión de lo que ocurre en el real: se conocen personas, se estudia, se conversa, se trabaja, se generan nuevos empleos y hay entretenimiento. Esto trae consigo deberes y derechos de los que se debe tener pleno conocimiento.

El ciudadano digital, así, sabe aprovechar las oportunidades de este escenario y es tan competente como responsable en el uso de la tecnología para su beneficio y el de su comunidad.

Tal como ya se ha planteado anteriormente, una sociedad de la era digital debe poner al ser humano en el centro como actor, beneficiario y responsable principal. Los ciudadanos digitales participan plenamente en la sociedad en línea y utilizan internet con regularidad de forma adecuada, crítica y segura. Acceden a la información y están empoderados para aprender, participar y dar forma al mundo que les rodea. Una transformación cultural tan importante conlleva una educación sólida en términos de conciencia, conocimiento y cultura, es decir, de saber y de valores éticos necesarios para emplear del mejor modo las tecnologías a favor del bienestar de cada individuo y de toda la sociedad.